Rabia, ira,
enfado, furia son sentimientos que alguna vez todos hemos sentido, pero la
pregunta es ¿tú controlas estos sentimientos o ellos te controlan a ti?
La falta de
autocontrol puede traernos diversas consecuencias en nuestra vida en distintos
ámbitos: laboral, familiar, afectivo, amistoso, incluso en nuestra salud física
y psicológica, deteriorando en consecuencia nuestra calidad de vida.
Lo primero que debemos saber es que la ira es una respuesta
normal del ser humano cuando se siente amenazado. Se trata de un estado
emocional de intensidad variable que como cualquier otra emoción, está
acompañada de cambios psicológicos y biológicos. La ira puede ser provocada por
distintos estímulos ya sean externos o internos. Además algo que no debemos
olvidar es que la ira no la podemos eliminar de nuestra vida, pero si podemos
aprender a controlarla. Por este motivo es importante descubrir qué es lo que
desencadena tu ira y luego desarrollar estrategias para evitar que esos
factores o estímulos desencadenantes te hagan perder el control. Por este
motivo te vamos a dar algunas pautas que te ayudaran a controlarla:
Piensa y
reflexiona ¿Por qué te pones tan irascible?
Expresa tus
emociones de una manera saludable, controlada y constructiva. Evita las
explosiones agresivas e incontroladas.
No acumules
la ira, gestiónala, respira profunda y pausadamente y realiza técnicas de
relajación si conoces alguna (si no, sería interesante que acudieras a algún
psicólogo para que te pueda enseñar diferentes técnicas y descubrir cuál es la
más adecuada a ti y a tus respuestas). Cuando estés más tranquilo, date tiempo
para pensar, toma distancia si es necesario, hablar de ello en muchos casos te
ayudará. Se trata de que encuentres el motivo de tu rabia, a veces al tomar
distancia descubrimos que el motivo real de tu enfado no ha sido ese estímulo,
sino otro o incluso un cúmulo de circunstancias, relacionadas o no con este
asunto.
Expresa la emoción sin dejar que ésta te domine: piensa lo
que vas a decir; habla despacio sin prisa, busca el momento adecuado para
comunicar (por ejemplo posiblemente el descanso de 5 minutos entre cambio de
clases no sea el más adecuado); expresa cómo te sientes, qué quieres y da
alternativas para conseguirlo; mantén la calma y escucha al otro, te ayudará a
comprender mejor la situación, a tener un visión empática del conflicto. No seas violento con tus respuestas, ni
sarcástico o irónico, lucha por un estilo empático-asertivo. Llega a una
conclusión, no es necesario que sea inmediatamente, date el tiempo que
necesites. Además es importante saber expresar nuestras necesidades con calma
y respetando a los demás. No olvidemos
que el otro no tiene una bola de cristal para saber qué necesitamos, queremos o
deseamos. Si quieres o necesitas algo pídelo con respeto aceptando que el otro
podrá satisfacernos o no. Después escucha la respuesta y motivos del otro.
Expresar los sentimientos de rabia con firmeza pero sin agresividad es la
manera más sana de expresar el enfado. Deja claro cuáles son tus necesidades y
cómo realizarlas sin lastimar a otros. Ser firme no significa ser prepotente ni
exigente; significa respetarse a sí mismo y a los demás.
Piensa en
tus patrones de conducta, es habitual este tipo de respuestas en ti; si la respuesta es sí, busca desde cuando se produce ésto,
con qué o quién suele estar relacionado, conoces a otras personas que expresen
su ira de manera distinta, obsérvales, cambia tus modelos.
Busca
alternativas a las situaciones que te generan ira, si has identificado el
estímulo o situación que te produce una respuesta habitual de rabia
desmesurada, plantéate si hay alternativas. Es necesario quedar con esa
persona, es necesario ir a trabajar en coche y sufrir el atasco mañanero, etc.
Si aquello
que te genera rabia no se puede cambiar o modificar, acéptalo y asúmelo, no es
necesario que te recrees con esa situación, esto sólo hará que tu malestar
aumente, recuerda que el objetivo es que esa rabia se calme.
Cuando
recibimos críticas es bastante habitual sentirse ofendido aumentando nuestra
ira, desconectando del mensaje del emisor y generando automáticamente una
defensa. En lugar de esto, mantén la calma, y escucha hasta el final,
comprendiendo el mensaje completo y valorando la información que nos están
dando.
Si es nuestro entorno
inmediato el que nos causa irritación y furia, llegando a sentir que vives
encerrado en una trampa, busca alternativas, marca límites, y ten tiempo libre
programado.
Es
tan peligroso quien muestra su ira a través de insultos, gritos, pérdida de
control como el que se retrae socialmente, se obsesiona o se culpabiliza
paralizándose.
Busca ayuda
de un psicólogo si ves que es una conducta que se repite y te genera malestar.
No debes olvidar que el efecto de la ira no es sólo psicológico sino también
físico, un claro ejemplo de ello es que los ataques de ira multiplican por 4 la
probabilidad de sufrir un infarto. Recuerda que lo importante es asumir la
responsabilidad de tus reacciones y
emplear conductas adecuadas como conductas de afrontamientos, relajación,
restructuración cognitiva, pensamiento socrático, resolución de conflictos y
mejorar las habilidades de comunicación. Un profesional puede enseñarte estas habilidades.
No obstante te
recomendamos unas pautas generales que te ayudaran a disminuir los sentimientos
de ira. Se trata de pequeños cambios en nuestro estilo de vida:
- Haz ejercicios de relajación para controlar las situaciones de ira y gestionarlas de manera sana. Un taller de relajación en centros de psicología, yoga, meditación, Pilates, etc. puede ser alguna de las alternativas donde aprender esta habilidad.
- Practica de manera habitual ejercicio físico, esto te ayudara a liberar tensiones y alejarte de ellas.
- Entrena tu capacidad para expresar emociones y sentimientos. Como todo aquello a lo que no estamos acostumbrados, es interesante practicar para mejorar el resultado.
- Busca tiempo libre para realizar aquellas actividades que te gustan, relajarte y desconectar.
- Elimina el consumo de drogas y controla tu ingestión de alcohol.
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