El cambio de hora se realiza por motivos de ahorro
energético, intenta hacer coincidir los momentos de mayor actividad con los de
mayor luz. En España el cambio de hora es regulado por el Real Decreto 236/2002
incorporando así la Directiva Europea de 2001 .
Los cambios horarios no tienen por qué afectar a todo el
mundo; son los mayores, los niños y las personas con problemas neurológicos los
que sufren más estas consecuencias. Esto es debido a que nuestro sistema
nervioso central se puede ver alterado.
Pero, ¿cuáles son esos efectos?: aumento de irritabilidad,
alteraciones de sueño, cefaleas, dificultad para mantener la atención y
concentración, mayor sensación de cansancio por la mañana, aumento del sentimiento de tristeza y estados depresivos, incluso trastornos digestivos. Por
lo general estos síntomas son leves y el cerebro humano suele adaptarse en el
periodo máximo de una semana, recuperando su ritmo habitual.
El cambio de hora que acabamos de sufrir, a pesar de ser más
fácil de asimilar (ya que dormimos una hora más el día que se produce); tiene más
secuelas negativas que las que sufriremos en primavera para prepararnos a la
llegada del verano. Esto es debido a que ahora nos enfrentamos a días más cortos
y a las expectativas depositadas en el tiempo al que nos enfrentamos (la
población suele tener un actitud más positiva hacia el verano que hacia el
invierno).
No obstante la realización de
ejercicio físico, dieta sana y equilibrada, mantener hábitos saludables de
sueño y descanso, evitar la cafeína y el alcohol, adaptar los horarios de comida,
exponernos a la luz solar una hora al día (sobre todos los días posteriores al
cambio horario), y anticiparnos progresivamente a este cambio unos días
antes, puede ayudarnos a gestionar lo mejor posible esta
modificación.
Si pasados una semana estos efectos
se mantienen acuda a un profesional para descartar otros posibles problemas o
trastornos.